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26 de febrero de 2011

Lo de siempre


Espacio, originalmente cargada por Lewenhaupt.
    Entró al bar con rutinaria parsimonia y pidió lo mismo de siempre.
    Apenas la copa tocó el mostrador, vio al final de la barra a una mujer de mirada triste que bebía sola con desgano, como matando el tiempo. Fue hasta ella y comentó, con una media sonrisa, algo banal sobre el tiempo, la humedad o la calma de la tarde.
    Ella le respondió y, entre trago y trago, una ronda y la siguiente, conversaron acerca de esto y de aquello: sobre el tiempo pasado, sobre las esperanzas perdidas y renovadas, sobre el color del atardecer y el sonido del silencio; pero también sobre el pescado a la plancha, los pañuelos descartables, la inflación, el transporte público y las promesas de los políticos.
    Intercambiaron los teléfonos y quedaron para verse más adelante.
    Pasaron unos días y él la llamó. Se encontraron nuevamente y retomaron la charla casi donde la habían dejado.
    Él intentó ir más allá y quiso leer sus pensamientos. Pero ella cerró su mente como un libro prohibido; le dijo, amablemente, que reservaba esas páginas para alguien especial. Y que él no era ese alguien. Luego se marchó.
    Después de unos minutos, él miró al camarero y le indicó: “Cobrame lo de siempre”.

23 de febrero de 2011

Hace tiempo encontré...

Paso en falso
Hace tiempo encontré… la verdad. Pensé que era importante, así que la guardé en una caja fuerte. En cuanto trabé la cerradura, apunté la combinación. Pero, claro, ya era falsa.

Razonable
Hace tiempo encontré… la razón que había perdido. Mi locura me impidió reconocerla, y la dejé tirada por ahí, entre papeles, ideas nobles y residuos orgánicos.

Solidaridad
Hace tiempo encontré… a un viejo amigo mendigando en las calles. Hice lo que se debe hacer en estas circunstancias: dejé unas monedas y seguí caminando.

Ceguera
Hace tiempo encontré… a un viejo ciego que buscaba la inmortalidad. El anciano me confesó: “Aún no la he hallado, aunque llevo miles de años persiguiéndola por todo el mundo”.

Perder el tiempo
Hace tiempo encontré… que había perdido el tiempo tratando de encontrar el tiempo perdido. 

(Microcuentos presentados al concurso de Microrrelatos SMs)

3 de febrero de 2011

Trabajamos para su seguridad


Estela solar, originalmente cargada por My Buffo.

Hace poco, el Comité de Organizaciones Federadas de Seguridad Aérea, Lucha Antiterrorista, Colapso del Transporte y Pro-desodorante de Ambiente en Espacios Reducidos se reunió en su cita anual para debatir las nuevas amenazas que se ciernen sobre (o, mejor dicho, debajo de) el espacio aéreo mundial. Al cabo de cuatro largas jornadas de ininterrumpidas deliberaciones (en las que, por cierto, comprobamos la efectividad del desodorante de ambiente), hemos conseguido detectar, aislar y, finalmente, definir un elemento de suma peligrosidad que, hasta ahora, había vulnerado los controles de seguridad más exhaustivos realizados por las autoridades aeroportuarias de todo el planeta: la agenda.
La agenda es, sin duda alguna, un verdadero peligro. Además de por su naturaleza (en ocasiones) voluminosa, lo que la convierte en un objeto contundente, el riesgo de la agenda reside en su potencial contenido. Porque en una agenda caben muchas cosas.
No sólo fechas de reuniones, turnos con el médico, encuentros sociales y/o clandestinos, algún evento o efeméride, cumpleaños irrelevantes, llamados previstos, un listado de teléfonos, algunas tarjetas de visita, papelitos con anotaciones diversas, alguna pista para que otros descubran algún desliz, planos de ciudades, las fases de la Luna, equivalencias de medidas, un calendario festivo-laboral, distancia en kilómetros entre capitales de provincia, una frase célebre por página, dibujos en los márgenes, restos de comida rápida, manchas de café (o té u otras infusiones), un marcapáginas, rastros invisibles de saliva y mucosidades, un poco de sangre en el traicionero fijo de una hoja, una foto de familia, algún billete pequeño, un ticket o factura, los boletos de Loto semanales, planes para asaltar un banco, un cuento fantástico, una reflexión filosófica, un desahogo literario o ideas fundamentales para conquistar el mundo; todo eso ya es sobradamente conocido por cualquiera que haya empleado alguna vez una agenda. Sin embargo, ¿a que nadie pensó que, dentro de una simple y aparentemente inocente agenda, puede viajar perfectamente escondida una doblemente artera hojita de afeitar? ¿Eh? Una extremadamente afilada y peligrosa (peligrosamente peligrosísima) hojita de afeitar, capaz de seccionar fácilmente una (o varias) yugular(es) con impresionante facilidad. Pues nosotros sí lo pensamos. Y actuamos en consecuencia.
De modo que, por eso, hemos propuesto la creación de una comisión que redacte un borrador para elevar un anteproyecto de normativa en el que se recojan las bases para una futura directiva de recomendación para la elaboración de textos legislativos que dictaminen que ya no es posible llevar agendas en el equipaje de mano autorizado para los vuelos de línea regulares.
No obstante, en el Comité estamos seguros de que aún falta mucho para resolver el principal problema que aqueja a la seguridad en vuelo; el verdadero y (en definitiva) único punto débil de la navegación aérea comercial: los pasajeros. De momento, algunos problemas técnicos de índole legal (y el activismo de ciertos grupos intelectuales que pretenden imponer ideologías setentistas basadas en el anticuado principio filosófico del sentido común), nos han impedido avanzar en las soluciones que esta situación requiere. Pero, en cuanto nuestros abogados consigan convencer a los legisladores de los principales países del mundo para que se modifique la tipificación de delitos como la estafa o de figuras como el incumplimiento de contrato, conseguiremos poner en marcha nuestro Plan-marco de Seguridad Aérea Internacional por el cual se prohibirá a cualquier persona subir en un avión. Así podremos tener viajes más seguros, sin riesgos de atentados terroristas, propagación de pandemias ni flujos de inmigrantes.
Confiamos en que en la reunión del año próximo el asunto quede definitivamente zanjado.