Dicen que una vez se reunieron los más grandes escritores del planeta para intentar crear el mejor cuento jamás escrito. Pronto se encontraron con la primera y gran dificultad: hablaban idiomas distintos. Se procuró llegar a un acuerdo sobre cuál era el habla idónea para llevar a cabo la empresa, pero fue imposible: cada uno intentó destacar las virtudes de su lengua materna (o de su lengua adoptiva), ya fuera por su universalidad o su capacidad de expresión, sus posibilidades o sus riquezas, su simplicidad o su belleza.
La falta de entendimiento acabó creando grupos de afinidad lingüística, que comenzaron a competir por ver quién conseguía crear el mejor relato. Con ello, esperaban, demostrarían la capacidad creativa de su lengua para ser portadora del mejor cuento jamás escrito. Surgieron así historias dispares, largas y breves, complejas y sencillas, profundas y superficiales, y ninguna logró convencer a nadie (ni siquiera a sus propios creadores) de ser la más brillante de todos los tiempos.
Alguien pensó entonces (y los demás estuvieron de acuerdo) que más allá del lenguaje portador del cuento, este debía narrar un gran argumento (el mejor argumento jamás contado). Había que, por tanto, consensuar cuáles debían ser los protagonistas del relato, sus principales hitos, sus giros, su poesía, su magia y su encanto. Pero en ello tampoco hubo acuerdo.
Una escritora inglesa propuso una historia de hadas; un narrador japonés, una pequeña parábola; un cuentista sueco sugirió un soliloquio que reconstruyese un acontecimiento hacia atrás en el tiempo; un fabulador argentino insinuó trazar un laberinto de palabras; una poetisa india planteó dibujar un camino que semejara a la vida; y así muchas y muy dispares propuestas.
Al cabo de días y días de reunión, los escritores estaban como al principio. En la última jornada, después de incontables horas de pesaroso silencio, una voz exclamó lo que ya todos sospechaban: “El mejor cuento jamás será escrito”.
© Todos los derechos reservados.
26 de noviembre de 2011
El mejor cuento jamás escrito
Etiquetas:
cuentos,
escritor,
mejor,
microcuentos,
relatos breves
13 de noviembre de 2011
Rhetorik des Todes
(A continuación, un extraño caso de colaboración literaria paranormal: Verónica Cerletti escribió el texto sin conocer mi dibujo; yo dibujé sin conocer el texto. Y así como así, las piezas encajan sorprendentemente... Eso sí: alemanes puristas, abstenerse.)
Eins… zwei…
drei... dreimal haben die Glocken geschlagen. Die Zeit ist noch nicht gekommen.
Auf jeden Fall
erwartet mich immer das Gleiche: die Angst, der Kampf und schliesslich die traurige
Resignation. Ironisch, das kann nicht anders als ironisch sein. Sie haben die
Freiheit, ich kann nichts entscheiden. Durch mich werden alle am Ende frei,
aber es gibt keine Erlösung für mich. Trotzdem sind sie traurig und sogar
trauriger so bald sie vor mir stehen. Das wäre schon
mein liebstes Wunsch, wenn es mir zu wünschen noch erlaubt wäre, mich selbst
abholen zu können. Aber solche Gabe wurde mir nicht gegeben. Es ist mein
Schicksal, die Last der Ewigkeit immer zu tragen. Ironisch. Den glücklichsten
Wesen, die existieren, wurde kein Bewusstsein deren Glück gegeben und so war es
ihnen die Gelegenheit verwehrt, es zu geniessen. Bewusst genug bin ich, um die
ganze Ewigkeit zu leiden. Müdigkeit kenne ich nicht; Überdruss ertrage ich. Und
wenn alles endlich vorbei ist, wenn es niemanden mehr zu befreien gibt, werde
ich noch da sein, König des Nichts, Held der Gegangen? Nein, die Zeit wird mir
immer Gesellschaft leisten. Oder wird die Zeit auch ihr Ende finden und meine Befreiung
wird endlich kommen? Das wurde mir nicht offenbart. Die ganze Geschichte kennt niemand,
sonst kennen wir alle einen verschiedenen Teil. Wehe mir! Wenn ich wenigstens nicht
so viel denken könnte! Zeit zum Denken habe ich leider viel.
Eins… zwei… drei…
vier... viermal haben die Glocken geschlagen. Komm, vergängliche Seele… deine
Zeit ist gekommen.
Verónica Cerletti
Etiquetas:
alemán,
cuentos,
muerte,
relatos breves,
verónica cerletti
Suscribirse a:
Entradas (Atom)