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25 de agosto de 2011

Soluciones a la boludez


Se lee en un documento interno del Comando Anti-Boludos, sede Villa Ortúzar:

Una posible solución a la propagada boludez universal consistiría en crear una “Oficina de Orientación al Boludo”.
Acto seguido, habría que indicar expresamente que en dicha oficina NO se recibirá a ninguna persona que no sean boluda.
Como los boludos no piensan que son boludos, pero no pueden evitar hacer boludeces, se presentarán en masa a la Oficina con la esperanza de tomarle el pelo a los boludos que acudan en busca de orientación.
La oficina se compondrá de una habitación en la que habrá un dispensador de números, una pantalla donde se indiquen los turnos, numerosos y cómodos sillones, y un cartel grande que ordene: “Saque turno y espere sentado”. También habrá una puerta que señale, en rojo y acompañada por íconos claros y descriptivos: “PROHIBIDO EL PASO”.
Detrás de esa puerta habrá un pasillo que conduce a otra puerta, donde solo se verá un cartel que diga: “PELIGRO. NO PASAR” y símbolos de riesgo eléctrico, contaminación radioactiva y materiales biológicos peligrosos.
Pasando esa puerta, se entrará en una habitación con dos alternativas: una puerta que indica “SALIDA” y otra que indica “SOLO PERSONAL AUTORIZADO”.
Entrando en la segunda puerta, habrá una enorme habitación vacía excepto por una pequeña caseta hermética en el centro, del tamaño de una cabina telefónica o un baño portátil. La caseta estará rodeada de vallas, cintas amarillas y negras (o rojas y blancas) que prohíban el paso. En las vallas se indicará: “PERMANEZCA DETRÁS”. En la única puerta de la caseta, habrá un cartel que impere: “NO ENTRAR”. Dentro de la caseta, otra señal explicará que “Encerrarse en la cabina es peligroso para la salud y entraña riesgo de muerte”.
Una vez que la puerta esté cerrada, la cabina se llenará de gas sarín o Zyklon B.
La Oficina de Orientación al Boludo conseguiría de este modo reorientar a los boludos por el buen camino.
Comando Anti-Boludos.
Sede Villa Ortúzar
Miembro permanente de la
International League Against Stupidity

19 de agosto de 2011

Dos versiones

Uno
Un rey tonto, espoleado por un consejero inepto y una corte de imbéciles, gobernaba un reino pobre y devastado. Los feudos vecinos se aprovechaban de él; e incluso algunos caballeros, provenientes de los confines más remotos, se paseaban triunfantes y desafiantes por aquellas tierras sin que nadie pudiera impedírselo. Las aldeas de campesinos languidecían y en los bosques aumentaban día a día las bandas de ladrones, que asechaban los caminos y robaban por igual a pobres y ricos, afortunados y desdichados.
Ante el caos ingobernable, el consejero no encontró respuestas y huyó. El rey llamó entonces a un antiguo hechicero, acusado de provocar cataclismos naturales, a quien pidió que deshiciera los males que había creado. Pero el hechicero, apenas un viejo loco y embustero, no consiguió sino empeorar las cosas.
Mientras tanto, un enano inescrupuloso, un antiguo bufón de otro rey que fuera apartado de la corte, consiguió comprar las voluntades de algunos forajidos, a la vez que arengó a las turbas hambrientas en contra de los débiles gobernantes. De tal modo, el gobierno del rey tonto cayó por el peso de su propia incompetencia.
Los disturbios de la turba sembraron el caos y la desesperación. Caballeros de dudosa calaña pretendieron el trono, y se debatieron en escaramuzas de poca monta sin mayor trascendencia que un vano y efímero triunfo. Así las cosas, el propio enano se puso a la cabeza del reino aunque, innoble como era, solo podía hacerlo por un tiempo limitado. El enano mandó la turba a sus casas y convirtió a los bandidos en soldados de Su Majestad. En pocos meses, y aventado por la desolación, consiguió estabilizar los despojos del gobierno y tramó una intriga para hacerse con el control del reino cuando le tocase abandonar el trono.
Cuando por fin creyó que había conseguido su objetivo, eligió de entre los caballeros del reino al más desconocido, llegado de las fronteras más lejanas del feudo, y lo nombró su favorito. Los otros caballeros, algunos más afamados y prestigiosos, algunos más queridos por el populacho y otros mejor considerados entre la nobleza, se opusieron a la elección de tal delfín. Pero el enano siguió adelante con su plan, dispuesto a que el caballero ignoto se convirtiera en el rey al que pensaba dominar desde las sombras.
El antiguo bufón organizó unas justas en las que los vítores de la multitud harían de árbitro para designar al ganador. El delfín del enano batalló de manera mediocre y no consiguió el consenso suficiente entre los espectadores, pero se las ingenió para eliminar uno a uno a sus también débiles oponentes hasta llegar a la contienda final. Allí debía enfrentarse ante el preferido de la nobleza, que desertó antes del combate al saber que jamás contaría con el apoyo de la plebe.

9 de agosto de 2011

La elección de los animales


¿Ferrari? (Zürich), originalmente cargada por Julikeishon en Suiza.


Cuando yo era chico, en mi barrio se celebraba todos los años un concurso de animales. Se montaba en el Club Social y Deportivo, y era toda una kermés que incluía música en vivo, bailongo, empanadas, vino (gaseosas para los menores de edad), rifas y juegos. Nos pasábamos un domingo entero de celebración.
El concurso era una cosa simple: por la mañana, cada uno traía los bichos que tenía en casa, los exhibía durante un rato y, al final de la tarde, se organizaba una pintoresca votación donde participaban todos los vecinos.
Al principio, obviamente, abundaban los perros y los gatos, pero también los hámsters, los peces dorados, las iguanas o los pajaritos (y alguna cucaracha, todo sea dicho). Un pastor alemán muy sobrio y elegante se llevó los dos primeros concursos; lo sucedieron un gato naranja y peludo, un canario que parecía silbar tangos y un papagayo rojo que contaba chistes verdes.
Pero con el tiempo empezaron a presentarse animales cada vez más exóticos y estrafalarios, algunos incluso de motu proprio, que nos cautivaron y nos hicieron olvidar a las mascotas tradicionales: un vampiro común (Desmodus rotundus); un hormiguero de hormigas coloradas, completo y con sus corredores a la vista; un gorila que se había escapado de un circo y que leía el diario durante el desayuno; un cocodrilo llorón que parecía embalsamado; una rata del tamaño de un lobo; o un pajarraco inverosímil que proclamaba ser el último de los dodos.
Sin embargo, lo que cambió definitivamente nuestro concurso fue la aparición del primer unicornio.

1 de agosto de 2011

Buena mano


126/365 - Thirty-three, originalmente cargada por Lewenhaupt.

–Solo necesito una buena mano –explicó el jugador.
Y pasaron varias manos, una derrota tras otra.

–Solo necesito una buena mano –repitió.
Y siguieron otras. Todas malas.

–Solo necesito una buena mano –continuó, obseso.
Pero la buena mano parecía no llegar.

Perdió todo. El dinero, el reloj, el auto, la casa… Pidió un préstamo para seguir jugando, y también lo perdió.

Cuando vino el cobrador, no tenía con qué pagarle. Un matón se puso nervioso: le dio una paliza y le cortó un dedo.

Pasó el tiempo y seguía perdiendo el dinero de otros. Y le cortaron otro dedo.

Hasta que un acreedor se hartó y decidió un escarmiento mayor: le iba a cortar una mano.
Le dio a elegir: izquierda o derecha.
Como era diestro, el jugador escogió la izquierda. Y se la cortaron.

Entonces sí, armado solo con su mano buena, el jugador por fin ganó.