“Asiento reservado para personas con movilidad reducida.”
Envidia II
En el bar, pegado a la estación de ferrocarril, Angelito le alcanza su café al tachero que suele parar por ahí.
–Poneme unas medialunas cuando puedas, Angelito –le dice el tachero.
–Cómo no –responde el mozo, y se va a la otra mesa donde lo estaban esperando.
–Qué hacés, Angelito. Un cafecito.
–En jarrita, ¿no?
–Así es, señor, como siempre –felicita el cliente.
Angelito ya los conoce a todos. Casi veinte años viendo las mismas caras, a las mismas horas, en los mismos trayectos. Siempre de paso.
–¡Angelito! –le grita una cincuentona desde la ventana– ¿Me servís uno con leche?
En eso cae un tipo trajeado con portafolio y pinta de apurado. Se va hasta la barra y le pide al dueño un café y una tostada con manteca. Angelito se acerca al mostrador y repite los pedidos. Mientras esperan, el trajeado lo saluda: