© Todos los derechos reservados.

27 de junio de 2015

A propósito de 'Pensamiento Marrón'

Y usted se preguntará ¿qué es esto?
O, también, ¿y esto qué es lo que es?
O, por qué no, ¿qué m… me trajiste?

Por eso me siento obligado a anticipar su pregunta y escribir esta presentación, a modo de respuesta.

Pensamiento Marrón es una novela. Sí, ya sé que no parece una novela, pero precisamente por eso: con Vladimiro Marrón nada es lo que parece.

Pero ¿qué es una novela? Todo, nada. La vigesimotercera edición del diccionario de la RAE me lo sirve en bandeja: la primera acepción para novela es “Obra literaria narrativa de cierta extensión”. Es decir que cualquier “obra literaria narrativa” (sea lo que sea eso) que tenga “cierta extensión” (sea lo que sea eso, aunque uno tiende a creer a que debe ser massomeno larga) es una novela. Claro, si uno piensa en la novela tradicional, en introducción, nudo y desenlace, en el equilibrio-desequilibrio-nuevo equilibrio, en la narración lineal y en tercera persona de hechos pasados (o en pasado), evidentemente le parecerá que Pensamiento Marrón no reúne los requisitos para ser una novela. Pero mucho se ha innovado desde las tradicionales obras de Cervantes o Dostoievski o Dumas o Dickens, y ahora cualquier invento es una novela, incluso la incoherente verborrea de un irlandés borracho o los guiones toscos producidos por algún negro bajo el amparo de alguna firma prestigiosa. Así que ni la RAE ni la gente de Letras en general tienen idea de cómo definir una novela. Cuando los límites del género se borran, es difícil trazar líneas rojas que marquen la diferencia entre un compendio de idioteces y una historia bien articulada. Quizás por eso Pensamiento Marrón es una novela: porque a mí se me da la gana decir que es una novela.

(Y dado que en el panorama de las letras hispánicas no parece haber lugar para otra cosa que no sean novelas, es normal que cualquier escritor de medio pelo pruebe suerte con el género, aunque más no sea disfrazando su compendio de idioteces bajo un forzado traje novelesco.)


Márketing
Es verdad que hay algo de márketing en esta definición: si me limito a describir el libro como “una parodia de los ensayos y artículos del mundillo intelectual”, o “una burla de, por y para los intelectuales” o algo por el estilo, la obra pierde glamour, interés, gancho. En cambio, si afirmo que es una novela, los críticos podrán decir que presenta la historia de manera muy original, mediante fragmentos de textos[1] que parecen hablar de otra cosa mientras reconstruyen la fabulosa vida del estrambótico personaje que es Vladimiro Marrón, aderezada con una trama de intrigas, envidias y complots dignos del policial negro, las películas de espías o los thrillers de Dan Brown, y con un mensaje final de trascendencia filosófico-existencialista.
Este libro, como muchos buenos ejemplares de la literatura de misterio, encierra pistas ocultas aquí y allá para que el lector atento pueda desentrañar el enigma escondido en sus páginas, mientras que, en su conjunto, es una gigantesca parábola sobre el (sin)sentido de la vida.

La Biblia
Pensamiento Marrón es, también y por qué no decirlo, la Biblia del marronismo. En ella hay máximas, parábolas, anécdotas, fábulas, y toda una serie de subgéneros literarios presentes en las sagradas escrituras: centrados en la vida, obra y misterio del profeta Marrón, se ofrecen como una guía moral y espiritual para los lectores devotos.
Además, el libro cumple con el requisito de ser una amalgama de textos de procedencias y épocas dispares, y tiene el mismo grado de (in)coherencia que los escritos bíblicos. Sin contar con que no se descarta la aparición futura de evangelios apócrifos o nuevos textos sagrados preparados por la Iglesia de Vladimiro de los Intelectuales de los fines de semana.

Porquería
Pero Pensamiento Marrón es una cagada. Está mal hecho, es así. El nivel de los textos es muy desparejo, no parece haber realmente un plan que guíe la obra y da la sensación de que el autor de esta recopilación lo terminó a las apuradas. Incluso, si se mira bien, hay erratas por todas partes, incluyendo los títulos. Claro que alguien (el autor, especialmente) dirá que esas erratas son parte de la obra, que están puestas allí adrede, para demostrar alguno de los postulados marronistas acerca del peligro de la escritura para la palabra y el peligro de la palabra para el pensamiento. La traición de la errata siembra la duda y abre el campo de la interpretación: ¿qué quiso decir el autor? ¿Está creando un neologismo, está proponiendo un desafío al lector? ¿O es un ignorante supervisado por un inoperante? ¿Y si hay una errata visible, habrá erratas invisibles, palabras que, por una letra, se cambian por otras palabras con significados totalmente diferentes, modificando por completo el sentido del texto y el mensaje de su autor? ¿Cómo saber si lo que se está leyendo es lo que se debería estar leyendo, lo que el autor quiso decir, lo que se suponía que debíamos leer?

Personalísima visión
Por otra parte, Pensamiento Marrón es ocasiones es tan personal (una personalísima visión) que el lector se va a perder muchas de las referencias, bromas y guiños que pueblan casi todos los capítulos. Por fortuna, el que persista en leer el texto tiene una ventaja con respecto a, por ejemplo, el profano que se aventuraba antaño en los laberintos de Borges: hoy en día puede tener a mano, siempre disponible, la Wikipedia, Youtube y el buscador de Google para despejar con inmediatez cualquier duda sobre una frase, cita, nombre, persona o personaje. A pesar de la naturaleza traicionera de las enciclopedias y de internet, buena parte de los misterios marronianos podrán ser accesibles para el lector perseverante.
En ese sentido, el libro tiene varios niveles de lectura. Está el superficial, el que se encuentra de entrada: uno lee un texto que empieza y termina y ya está; cada fragmento de Pensamiento Marrón es una pequeña unidad de sentido que se puede leer por separado y uno se puede quedar con la sensación de que ha leído una pieza cerrada, como un artículo de periódico o un cuento. Luego hay un segundo nivel, el de las conexiones internas: las distintas partes del texto se vinculan unas con otras y, mediante la lectura del conjunto, uno va teniendo una idea aproximada de eventos que se insinúan en un lugar pero que se desarrollan o se complementan en otro. Después está el nivel de las referencias externas: muchos textos, para ser comprendidos en su totalidad, requieren ser conectados a otras obras que no forman parte del libro, y cuyo conocimiento puede contribuir a completar el sentido de la obra. Y es posible que haya varios niveles más, metalingüísticos y metadiscursivos: usted métale nomás y ya va a ver cómo aparecen.
La red de semiosis social es infinita, como la imaginación.

Conclusión
En resumen, todo lo dicho hasta acá equivale a decir que Pensamiento Marrón es (en el fondo) más que una novela (por su vocación de trascendencia); y es menos que una novela (por su paupérrima calidad).  

[1] Así como en Drácula o Frankenstein la historia se narraba mediante documentos (cartas, bitácoras, etc.) en Pensamiento Marrón también se habla de un monstruo.


No hay comentarios.: