Hace un tiempo
inventé un idioma. No es nada del otro mundo, pero es mi propio idioma.
Empecé por dar
otro nombre a todos los objetos: el televisor pasó a ser el doctogon; el reloj, un teko; y llamé a la cortina como sendite. No eran palabras con mucho
sentido, solo sonidos que brotaron de mi boca. Y como me resultaban cómodas,
las empecé a usar con normalidad.
Seguí luego con
otros sustantivos que designaban cosas más abstractas: la libertad se convirtió
en tixta; el hambre, en furgio; y la dificultad, en giestra. Al cabo de un tiempo, continué
reemplazando otras clases de palabras existentes, como los adjetivos o los
verbos, por nuevos vocablos: feo fue iñiga,
alto se convirtió en guso y
displicente mutó en ferzobo; correr
se llamó gentear; pensar, techenar; y saltar, prexeír.
Pero, como suele
ocurrir, mi idioma comenzó a necesitar palabras nuevas que describieran ideas
nuevas. Así, a veces inspirándome en otras palabras, a veces porque sí,
surgieron los sustantivos gurocho, krestoso, chinfanga, sefitox; los
adjetivos pietufo, sorongote, trescoso, perráltico; los
verbos, hujiar, acontuguer, perifrasticir,
elmetar. Es difícil explicar qué
significa cada una de estas nuevas palabras, ya que designan cosas que mi
idioma materno no contemplaba, o que al menos no contemplaba en una clara y
única palabra. Podría decir, por ejemplo, que un chinfanga puede ser trescoso,
pero nunca pietufo; un chifanga puede hujiar, pero no elmetar, cosa que sí
puede hacer un sefitox sorongote.
No obstante, esas
no fueron las únicas que inventé: con el tiempo, reemplazar palabras por otras
distintas, o crear nuevos vocablos que sintetizaran las impresiones que yo
tenía, se volvió una necesidad vital, a extremos de resultarme casi imposible
hablar sin emplear mi idioma. De hecho, y aunque no se note, he tenido gran giestra
para escribir estas líneas.
La gente no me
entiende. Muchos me preguntan a qué se debe este problema, ya que me impide
tener una comunicación fluida con los demás y me provoca un gran terxetio. Pero
me resulta casi imposible forroginarme de manera fixtulcada. Cada vez que
intento explicarme, me embarro y doy vueltas, gerteseo y no consigo hacerme
entender. Cada vez me setrexta más el gotolenar suturexias musticaltes. La
única manera de expresar lo que siento, lo que me ocurre, lo ti chertiento, es
con mis propios términos: no hay mejor manera de destrucar lo que estoy
tercheneando que plotir. Así que ahí va:
Espertuso
trechxto po pertoste cualtera ni portesi tutix me torocho, cotoreja fegoti.
Turupexia foloto, mertecho wasakesi, tuti octi gelehente. Me ne serepetio,
gotolo cuxko, preboste tertero tutix. Tutix nex, dergecho, comoto, trepeneaxto
pietufo, argeneto zulogosa.
Espero que haya
quedado filtuso.