Había una vez (o todavía lo hay) un tipo que quería escribir
historias. Normalmente, cuando se sentaba frente a un teclado (o una máquina de
escribir) la mente se le ponía en blanco y no surgía palabra alguna. Pero
cuando estaba en los lugares más dispares (en el baño, en un colectivo,
semidormido en la cama, en el trajín del trabajo, gritando al árbitro en la
cancha, y así siguiendo) se le ocurrían argumentos curiosos.
La primera vez que una idea brotó en circunstancias
inverosímiles, el tipo pensó que le alcanzaría con rememorarla cuando se
pusiera a escribir y que la pluma avanzaría con fluidez. Sin embargo, llegado
el momento había olvidado todo.
Así que tomó la precaución de salir siempre con una pequeña
libreta en el bolsillo, junto a un bolígrafo engarzado a la espiral. En cuando
se le venía una idea, extraía la libreta y tomaba apuntes veloces de todo lo
que se le pasaba por la mente. Daba igual lo que estuviera haciendo, no dejaba
escapar la inspiración. Entonces sí, de vuelta en su escritorio, componía por
fin las narraciones que siempre había querido.
Pero un día ocurrió que perdió la libreta (se escurrió del
bolsillo, se la dejó en la mesa de un bar, se la robó un carterista…) justo
cuando un argumento ingenioso se le presentaba nítidamente ante los ojos.
Loco de rabia, intentó repetirlo para no olvidarlo, y fue
mascullando la idea de camino a su hogar. Pero la vida lo distrajo con sus
menudencias y al cerrar la puerta principal ya se le había esfumado la historia
sobre un tipo que olvidaba el argumento de la historia que iba a escribir, que
iba sobre un tipo al que se le olvidaba la historia que iba a escribir, cuyo
argumento era que un tipo olvidaba que la historia que quería escribir trataba
sobre un tipo que olvidaba el argumento de una historia que iba a escribir, que
iba de un tipo…
3 comentarios:
Ya me olvide lo que iba a comentar!
Ya me olvide lo que iba a comentar!!!!
Ya me olvide lo que iba a comentar!
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