–Solo necesito una buena mano –explicó el jugador.
Y pasaron varias manos, una derrota tras otra.
–Solo necesito una buena mano –repitió.
Y siguieron otras. Todas malas.
–Solo necesito una buena mano –continuó, obseso.
Pero la buena mano parecía no llegar.
Perdió todo. El dinero, el reloj, el auto, la casa… Pidió un préstamo para seguir jugando, y también lo perdió.
Cuando vino el cobrador, no tenía con qué pagarle. Un matón se puso nervioso: le dio una paliza y le cortó un dedo.
Pasó el tiempo y seguía perdiendo el dinero de otros. Y le cortaron otro dedo.
Hasta que un acreedor se hartó y decidió un escarmiento mayor: le iba a cortar una mano.
Le dio a elegir: izquierda o derecha.
Como era diestro, el jugador escogió la izquierda. Y se la cortaron.
Entonces sí, armado solo con su mano buena, el jugador por fin ganó.
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1 de agosto de 2011
Buena mano
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