El explorador
británico sir William Foreword afirmaba que, muchos años antes de que hubiese
existido el primer ser humano (incluso más, el primer homínido), una raza de
criaturas civilizadas había poblado el planeta Tierra. Según Foreword, la erosión,
los animales, el pillaje y la profanación, las glaciaciones y, en general, el
paso del tiempo habían suprimido cualquier rastro de la existencia de tales
criaturas. No obstante, afirmaba, en algún recóndito paraje debía quedar algún
resto intacto, a salvo de las inclemencias del tiempo y de la acción de hombres
y bestias.
De modo que, con
la intención de encontrar el último vestigio de la civilización olvidada,
emprendió su última y colosal expedición.
Sin pistas,
comenzó por recorrer los desiertos y las inmensas tierras vírgenes que, creía,
aún no había pisado hombre alguno. Sus viajes resultaban infructuosos, pero
Foreword no desesperaba; al contrario, creía que la ausencia de pruebas
corroboraba su teoría de que sólo en ese
lugar aislado e inmarcesible perduraría la última huella de la raza perdida.
La empresa le
llevó los últimos treinta y siete años de su vida, sin resultado alguno. Murió
al despeñarse en una cima al norte de las Montañas Rocosas. Sus actuales
discípulos buscan aún, aunque ahora en las profundidades del océano.
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