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23 de septiembre de 2010

¿Qué se siente?

–Finaliza el partido. Ganó el equipo local por dos a cero. Tenemos en el campo a Rodolfo Frascara con algún protagonista del encuentro.
–Así es, Juan Carlos. Estoy con el defensor visitante, Gustavo Dell’Orto. Gustavo: hoy no salió ninguna bien.
–Y, no, así es el fútbol. A veces no tenemos un buen día, no se dan bien las cosas y ya está. Ahora tenemos que mirar para adelante y pensar en el próximo rival.
–Arrancaron bien en el primer tiempo, pero se fueron desinflando y al final pagaron muy caros los errores de cara al gol.
–Y sí. Como te digo, no hicimos un buen partido, no supimos aprovechar nuestras ocasiones y… bueno, ya está. Ahora nos quedan diez finales y tenemos que seguir para adelante.
–El segundo gol vino por un error tuyo. ¿Cómo te sentís?
–Bueno, son cosas que pasan, ¿no? Uno trabaja en la semana para hacer las cosas bien, pero después, en la cancha, por ahí no estás en el mejor día y ya está. Pero bueno, lo pasado pisado y hay que tirar para adelante.
–Muchas gracias, Gustavo. Era Gustavo Dell’Orto, que se retira ya a los vestuarios después de una nueva derrota.
–Gracias Rodolfo. Creo que Matías Posse tiene a otro protagonista del partido. Adelante, Matías, ¿con quién estás?
–Gracias, Juan Carlos. Estoy con el goleador del partido, el señor Telmo Soldati. Telmo: dos goles inolvidables en un momento muy especial, después de casi dos meses sin encontrar el arco y en un partido tan complicado de cara a la permanencia. ¿Qué se siente?
–Es un éxtasis de júbilo. Las venas me hierven en un torrente desenfrenado de emociones encontradas. El corazón estalla al ritmo de los tambores que aceleran la galera de mis esperanzas rumbo a la costa tantas veces soñada. En la mente se suceden los recuerdos de la angustia y el desconsuelo, el sufrimiento pasado, advertencia presente de que nada está hecho, de que el fracaso aún es posible. Pero las piernas no dejan de temblarme como a un adolescente después del primer beso y las manos, inquietas, son incapaces de obedecer a los impulsos racionales que pretender retomar el control de este cuerpo lleno de energía, joven y salvaje otra vez, sediento de nuevas experiencias. Estoy en el limbo de las aves y los delfines, en la gloria del guerrero. Ahora mismo, soy uno con el artista que acaba de plasmar su mejor obra, con el sabio que acaba de realizar un descubrimiento. Siento el poder de una revelación, de una comprensión universal más allá de la razón, que quizás dure tan sólo unos segundos, pero que jamás me abandonará, que recordaré por siempre como el día en que vi con mis propios ojos la verdadera naturaleza del infinito.
–Vamos a una pausa y enseguida volvemos.

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