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19 de junio de 2011

Rebolución

En el comando revolucionario discutían las acciones a emprender de manera acalorada, cuando un ciego puso orden y dijo: “Vamos a ver”. Un mudo insinuó que era hora de hacer oír su voz, mientras un sordo pedía que se escuchara el clamor popular. Un manco propuso empuñar las armas y un paralítico sugirió ponerse en marcha de inmediato.
El comando por fin se organizó: al que tenía trastorno obsesivo compulsivo lo pusieron a dirigir las operaciones para sembrar el caos y desestabilizar al régimen; al esquizofrénico le encargaron difundir el discurso de la revolución de manera clara y unívoca; al paranoico le encomendaron las negociaciones para sumar a otras fuerzas; al que tenía síndrome de Diógenes le ordenaron deshacerse de todos los documentos y pruebas en caso de derrota; y al retrasado le encargaron las tareas de inteligencia.
Al final montaron barricadas en un callejón sin salida, intentaron prender fuego una fuente, y fracasaron en su conato de cortar la cabellera a un calvo.

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