Un día cualquiera, salía yo de un
supermercado chino cuando un amigo se topó conmigo y me preguntó: “¿Qué haces
comprando en los chinos? ¿No ves que estos se llevan todo el dinero pa’ allí? Y
hay que dar trabajo a los de aquí”.
Me pareció razonable contribuir a
la economía europea, así que la siguiente compra la hice en un supermercado
alemán que ofrecía muy buenos productos y precios. Todo queda en la Unión, pensé.
Pero a la salida me encontré con otro amigo que me dijo: “¿Qué haces comprando
a los alemanes? ¿No ves que estos fabrican todo allí? Y hay que dar trabajo a
los de aquí”.
Buen punto, razoné. La siguiente
vez, entonces, fui a un supermercado español donde encontré interesantes
ofertas. Cuando cruzaba la puerta hacia el exterior, una vieja amiga que pasaba
por ahí me increpó: “¿Qué haces comprando en este súper? ¿No ves que estos se
llevan todo a su tierra; y que incluso puede que financien a ETA? Y hay que dar
trabajo a los de aquí”.
OK, pensé, buscaremos uno de
Castilla y León. Fue difícil, pero di con una cadena regional que tenía algunos
productos a un costo aceptable. Sin embargo, al atravesar la puerta principal,
un muchacho leonesista me indicó: “¿Qué haces comprando a esos? ¿No ves que tienen la sede en Valladolid y se llevan todo a
Pucela, como siempre? Y hay que dar trabajo a los de aquí”.
Bueno, está bien, de acuerdo.
Logré encontrar un supermercado leonés donde no me arrancaban los billetes del
bolsillo por respirar el aire del interior y fui a comprar lo de la semana.
Nomás salir, casi me llevo por delante a un vecino del barrio que, al verme con
las bolsas del supermercado, me hizo notar: “¿Qué haces comprando en este
lugar? ¿No ves que están matando al comercio del barrio? Y hay que dar trabajo
a los de aquí”.
Ya ni lo pensé. Fui buscando por
todo mi barrio las tiendas con dueños más amables y precios medianamente
razonables. Cuando llegaba a casa, un vecino de mi calle reconoció las bolsas
de la verdulería y me paró en seco: “¿Qué haces comprando en aquel lugar? ¿No
ves que nuestra calle se está viniendo abajo? Y hay que dar trabajo a los de aquí”.
Qué se le va a hacer, me convencí:
pago caro, pero me queda mucho más cómodo, ¿no? Así que no lo dudé más y salí
en busca de provisiones. Estaba en eso cuando un vecino del edificio me saludó,
me apartó sigilosamente de la gente y me susurró: “¿Qué haces comprando en
estos negocios? ¿No ves que los del edificio, que somos muchos, nos hemos
puesto de acuerdo para comprarnos entre nosotros? Y hay que dar trabajo a los
de aquí”.
Llegado a este punto, me di por
vencido. Ya prácticamente no salgo de casa. A veces robo unos tomates que
brotan en la maceta del vecino de al lado; también cazo palomas distraídas que
se posan en mi ventana, y de vez en cuando ceno algún gato que cae por error a
mi patio. Estoy criando dos o tres hormigueros (los insectos son ricos en
proteínas) y he descubierto el valor nutritivo de los yuyos que crecen entre
las baldosas. Es el único modo de asegurarme de que todo sea perfectamente
local. Especialmente desde que empecé a sospechar que el del 2ºB traía las
cosas de China.
1 comentario:
Bueníiiisimo!!!!
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