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9 de mayo de 2010

Venganza ficticia


Venganza simbólica, originalmente cargada por Julikeishon -dibujos-.

(Basado en eventos actuales)*

I
Un imbécil habla por el teléfono móvil en un autobús de larga distancia. Tiene gripe y pregunta a la persona al otro lado de la línea por el mejor remedio para sus síntomas. Lo hace a viva voz, con tono pedante, mezclando toses con quejas acerca del servicio de autobuses.
El pasajero sentado delante del imbécil piensa: “El mejor remedio para usted es el cianuro.” El pasajero sentado detrás del imbécil piensa: “¿Es correcto decir ‘al otro lado de la línea’ para referirse a una conversación a través de un servicio de telefonía móvil?”

II
Una persona recibe el llamado de un imbécil que viaja en autobús, que tiene gripe y que se queja del servicio. El imbécil le pregunta cuál es el mejor remedio para los síntomas gripales, y la persona le responde que lo suyo no tiene cura. Después de una pausa y de unas carcajadas, aclara que a la gripe hay que aguantársela, que se pasa sola y que, todo lo más, emplee paracetamol, aspirinas, vitamina C y algo que ayude a aflojar la mucosidad. También le indica que puede emplear remedios caseros de probada eficacia. El imbécil tose al teléfono, vuelve a quejarse de lo lento e incómodo que es el autobús, y de lo mal que lo está pasando. La persona, entonces, le indica que añada a la receta una dosis de cianuro, que eso siempre cura todos los males. Y ríe de nuevo.

III
El de adelante se inclina hacia delante ajustando el mecanismo de su asiento reclinable y duda sobre la posibilidad de que ello contribuya a evitar el contagio de la gripe que escupe el imbécil con cada tos y cada palabra. El de atrás, por su parte, se inclina a creer que es correcto decir, en sentido figurado, “la persona al otro lado de la línea” incluso para referirse a conversaciones mantenidas a través de servicios de telefonía móvil. Mientras tanto, el tipo con gripe que habla por teléfono se inclina a pensar que preocuparse por cuestiones como aquellas es cosa de imbéciles. El de adelante y el de atrás abandonan entonces sus cavilaciones, reconociendo la incuestionable autoridad del griposo en materia de imbecilidad.

Epílogo
El autobús llega a destino y los pasajeros descienden. El chofer va a abandonar el coche pero descubre que todavía hay un pasajero en su asiento. Cuando se acerca a advertirle de que ya arribaron a la estación terminal, comprueba que el pasajero está muerto. Observa su mano y ve que tiene un frasco de cianuro, al que seguramente confundió con algún jarabe para la tos. “¡Qué imbécil!”, piensa el chofer mientras llama a urgencias. Pero no responde nadie. No hay línea.

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