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1 de noviembre de 2010

Payada intelectual



NOTA DE PRENSA
III Congreso Internacional Internet y Sociedad

“Internet está condenada a desaparecer”

La segunda jornada del Congreso Internacional Internet y Sociedad tuvo como orador principal al uruguayo Washington Polidoro, historiador especializado en tecnología. El argentino Alberto Pisculitti se encargó de ofrecer el contrapunto.

Por Juan Contreras. ENVIADO ESPECIAL.

“Internet está condenada a desaparecer”, afirmó rotundo el catedrático Washington Polidoro. “Incluso el fenómeno redundante conocido como redes sociales es tan sólo una moda pasajera, como lo fueron primero los BBS o los blogs.”
Así de categórico comenzaba su disertación el pensador uruguayo, durante la ponencia que abría la segunda jornada del III Congreso Internacional Internet y Sociedad que se está celebrando en la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires.

Polidoro está convencido de que “todo pasa” (en el doble sentido que tiene esta frase, atribuida a Vladimiro Marrón, según el análisis de Juan Pedro Soco Urtizberea): “Todo pasa, es decir, todo aquello que puede suceder, sucede efectivamente. Y todo pasa, es decir, todo caduca, todo tiene un final (no es eterna la vida), todo (en algún momento) deviene pasado”, argumentó el pensador.
Esta “simplificación de las tesis marronistas” (que, como observa Marcos Márquez, es lo mismo que reducir el pensamiento maquiavélico al remanido “el fin justifica los medios”) fue, no obstante, el punto de partida desde el que Polidoro sustentó su afirmación: Internet, como todas las cosas del Universo, pasará a la historia, diluyéndose delante de nuestros ojos hasta convertirse en mero recuerdo, en arqueología.
O quizás ni siquiera eso. El profesor uruguayo cree que en el futuro no quedará huella alguna de la existencia de Internet, tomando en cuenta su etérea naturaleza. “Puede que, dentro de cinco o diez mil años, alguien desentierre los restos de nuestra civilización y encuentre circuitos, fibra óptica, pares de cobre, teclados y monitores, pero probablemente no hallará ni rastro de Internet”, aventuró Polidoro.

El horror
Polidoro presentó durante la ponencia su concepto de “terror al Sistema”, que consiste en el miedo o la fobia provocados por la omnipresente interconexión tecnológica. “En general, no tenemos miedo a vivir rodeados de aparatos eléctricos como un televisor, la heladera, una tostadora, el lavarropas, un microondas, la licuadora, la máquina de afeitar, el cepillo de dientes con cabezal móvil, el reloj de pulsera, el radio-despertador, o una calculadora de bolsillo. Pero sentimos miedo cuando todas esas cosas van unidas a una red, a un único cerebro, y podrían volverse en nuestra contra todas al mismo tiempo.”
De allí infiere Polidoro que la incipiente conectividad de nuestros artefactos a la red de redes, a la nube, comenzará a despertar suspicacias, primero, desconfianza, luego, y terror, finalmente. “Se sucederán las anécdotas, las historias, los rumores que el establishment tecnológico intentará silenciar y censurar. Pero tarde o temprano nos llegarán noticias de la casa inteligente que, como en una película de terror, asesinó a sus habitantes; o del automóvil que fue guiado por el ordenador de a bordo hacia un abismo; o de los aviones que chocaron en el aire guiados por un hacker inhumano. Y entonces temeremos a la Red”, sentenció el profesor uruguayo.
El terror a Internet derivará en su rechazo y en su paulatino abandono hasta su desaparición. Polidoro cerró con una espeluznante pregunta que provocó tanto miedo como carcajadas: “Quisiera saber, compañeros, quién de ustedes ahí sentados, de tecnología empapados y sabedores de estas tretas, sería capaz de dar al Windows el dominio del planeta.”

Internet vino para quedarse
Alberto Pisculitti, experto en nuevas tecnologías de la Universidad Popular de Hurlingham, discrepó con su colega uruguayo. Lejos de contemplar la futura desaparición de Internet, Pisculitti aseguró que se convertirá en la tercera naturaleza del ser humano. Según este investigador, la primera naturaleza es la naturaleza propiamente dicha, el planeta Tierra antes de la civilización; la segunda naturaleza (o sobrenaturaleza, en términos de Ortega y Gasset) es el mundo material modificado para adecuarlo a las necesidades del hombre, en el que se van creando hábitats artificiales cada vez más complejos cuyo máximo exponente es nuestra actual megaciudad (Tokio, Londres, Nueva York, Los Ángeles, México D.F. o Hurlingham, entre otras); y la tercera naturaleza será virtual, un nuevo hábitat inmaterial donde, no obstante, tendrá lugar la vida del nuevo humano, el ser digital libre de las ataduras de la carne y de los átomos.
Pisculitti cree que no es viable un abandono de esta tercera naturaleza como la planteada por Polidoro: “No hay vuelta atrás. Internet ya es una realidad imprescindible, una necesidad básica, un servicio tan esencial como el agua corriente, el gas, la electricidad o la TV por cable. La vida sin la comunicación, la información y el procesamiento de datos que se da en Internet ya no es concebible. Internet ha venido para quedarse.” Así concluyó Pisculitti: “No se crean en el Apocalipsis, Internet no se acaba mañana; yo lo les digo, hermanos y hermanas, es imposible que la Red perezca. Sólo hay un modo de que desaparezca: que desaparezca al especie humana.”

Debate abierto
Al finalizar la jornada de hoy, Washington Polidoro manifestó su rotundo desacuerdo con la respuesta de Pisculitti (“Tas en pedo, bo”, le espetó textualmente) y se produjo un inesperado debate en el que ambos pensadores pudieron contrastar apasionadamente sus puntos de vista ante la mirada atónita y curiosa del público.
“Sépalo usted, Pisculitti, que no me arrugo al pelear, y que si usted me cae mal y me hincho las pelotas, le cuelgo las conexiones remotas y le reviento el ser digital”, desafió Polidoro. El argentino no quiso entrar en ese tipo de polémicas y declaró que “Internet está cambiando la manera en que vemos el mundo. Hoy duele más un segundo de ignorancia digital, que un puñetazo frontal lanzado por un vagabundo.”
Cuando Polidoro se aprestaba a realizar un experimento práctico con Pisculitti para comprobar esta última afirmación, el improvisado moderador Marcos Márquez lanzó una pregunta providencial: “Díganme ustedes compadres, si tanta red y tanta conexión nos encaminan en dirección a una nueva exclusión social, y si hay que ser ciudadano virtual para no ser un paria del montón”, interrogó mientras separaba a los contrincantes.
“Definitivamente, mi amigo, es necesario estar en la nube, participar hasta en Youtube, en Fecebook, Twitter o un blog, no confundir nube y smog, y montarse en las olas que suben”, sentenció Pisculitti. Pero el uruguayo mostró su desacuerdo: “No sea zonzo, hombre grande, no hay por qué seguir estas modas; las cosas tontas se hunden solas y tarde o temprano toda la gente se da cuenta de que le mienten y se manda a hacer otra cosa.”
Pisculitti contraatacó: “A ver, usted, que tanto sabe, dígame cómo en el mundo actual contacta con otro profesional que comparte su mismo interés, ¿lo busca acaso en la Internet o en una network laboral?” Pero Polidoro no abandonó sus posiciones: “Yo soy antiguo y no me fío de las modernas tecnologías, de sus promesas vacías y sus milagros espontáneos, prefiero conocer a los foráneos por las viejas y seguras vías.” Y añadió: “Leo los libros y las revistas, conozco autores por sus obras; o a veces pasa como ahora, que con usted yo me encuentro, aunque en verdad su pensamiento no me interesa ni en broma.”
“¿Así que esas tenemos? ¿Te la das de superado? No ves que sos un tarado que no quiere ver el futuro; yo te digo, esto es seguro, que ya te borro de mis listados”, amenazó Pisculitti. “Hacé lo que quieras, tarambana, que yo no uso esos aparatos. Los cuadernos son más baratos que un portátil, incluso usado; ni siquiera lo pido prestado para mirarlo por un rato”, dijo el uruguayo, que pasó al ataque: “En la época de Sócrates no había ninguna computadora, y eran más sabios que ahora sin la webada de Internet; esto me hace creer que la Internet está de sobra.”
Pisculitti no toleró la ofensa y subió el tono de la discusión: “Me extraña mucho, señores, que este hombre aquí presente se dé aires de inteligente y pretenda ser sesudo, cuando en realidad es un boludo y un viejo choto decadente.”
“Mirá quién habla, salame, un adulto que parece un nene: pensás que te crece el pene porque tenés un celular nuevo; pero a mí me chupa un huevo cuántos megapíxeles tiene”, respondió Polidoro.
Entonces se dio por finalizada la discusión en una suerte de empate técnico (mientras Marcos Márquez intentaba por todos los medios impedir que Polidoro partiera una guitarra en la cabeza de Pisculitti).
En definitiva, el debate sigue abierto. ¿Estará de verdad Internet condenada a su extinción? Y de ser así, ¿cuánto tiempo de vida le queda? Interrogantes que resuenan en el aire como el eco de una payada y que encontrarán su respuesta, quizás, en el congreso del año próximo.

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