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16 de enero de 2012

Mufados

Un grupo de amigos tomó nota: cuando Juan estuvo en Colombia, hubo unas inundaciones espantosas; cuando fue a Estados Unidos, lo acompañaron dos huracanes seguidos (y también una masacre en un colegio de Michigan); cuando fue a Chile, un terremoto y un volcán en erupción; en España, una sequía espantosa y récord de incendios forestales; en Suecia, el peor invierno en siglos…
Pero no solo la naturaleza manifestaba su furia detrás de Juan: apasionado de la historia, el hombre había viajado por la vieja Cartago (en Túnez), las pirámides de Egipto, el Partenón en Grecia y por Roma. Revoluciones, revueltas, y crisis económicas se sucedieron una tras otra.
Alguien recordó, entonces, que las virtudes catastróficas de Juan habían comenzado muchos años atrás. En el pueblo natal de sus abuelos le tenían vetada la entrada: cada vez que iba de visita moría algún conocido. Esto, que en realidad es algo altamente probable tratándose de un pueblo pequeño, no lo es si tenemos en cuenta que las muertes siempre se debían a causas accidentales: una electrocución, dos atropellos, un resbalón en la ducha, el desmoronamiento de un techo, una asfixia por la estufa a gas y tres por comida (una aceituna, un trozo grande de carne y un pedazo de pan con dulce de leche), e incluso un ataque repentino de una mascota se contaban entre los “logros” adjudicados a Juan.

De modo que sus amigos reaccionaron: si queremos que Argentina vuelva a ser un país próspero y sano, dijeron, un lugar digno para vivir y crecer y criar hijos, hay que mandar a Juan lo más lejos posible. De paso, añadieron, podemos intentar enviarlo a algún sitio que nos provoque particular rechazo, como el Reino Unido, Brasil o Timor Oriental.
Si bien no lograron esto último, al menos pudieron alejar a su amigo. Movieron todos los hilos a los que tuvieron acceso y, a través de una oscura empresa de compra-venta de armamento, consiguieron despachar a Juan hacia un itinerante e incierto destino, asegurándose de que su amigo iba a estar moviéndose todo el tiempo en un triángulo entre Vorkuta (Rusia), Helsinki (Finlandia) y Bakú (Azerbaiján).
Así vivieron bien por un tiempo. Sin embargo, las alarmantes noticias sobre el cambio climático, el crack de las finanzas mundiales y el inminente lanzamiento del iPhone 5 les hicieron pensar que Juan era un peligro a escala planetaria, por lo que no bastaba con mantenerlo lejos del país: había que mandarlo fuera de la Tierra.
Enterados de la nueva oferta de viajes espaciales privados para turistas, invirtieron todo lo que tenían (e incluso más) y compraron un pasaje para ofrecérselo a Juan como regalo. Luego hicieron tratos oscuros con mafiosos, o hackers (o hackers mafiosos), y sabotearon el vuelo para que jamás retornara.

Cuando los astrónomos advirtieron que la explosión de un planeta remoto había generado un gigantesco meteorito que se dirigía hacia nuestro sistema solar, los amigos descubrieron que habían cometido un grave error. Un gravísimo error…

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