Un grupo de
amigos tomó nota: cuando Juan estuvo en Colombia, hubo unas inundaciones
espantosas; cuando fue a Estados Unidos, lo acompañaron dos huracanes seguidos (y
también una masacre en un colegio de Michigan); cuando fue a Chile, un
terremoto y un volcán en erupción; en España, una sequía espantosa y récord de
incendios forestales; en Suecia, el peor invierno en siglos…
Pero no solo la
naturaleza manifestaba su furia detrás de Juan: apasionado de la historia, el
hombre había viajado por la vieja Cartago (en Túnez), las pirámides de Egipto, el
Partenón en Grecia y por Roma. Revoluciones, revueltas, y crisis económicas se
sucedieron una tras otra.
Alguien recordó,
entonces, que las virtudes catastróficas de Juan habían comenzado muchos años
atrás. En el pueblo natal de sus abuelos le tenían vetada la entrada: cada vez
que iba de visita moría algún conocido. Esto, que en realidad es algo altamente
probable tratándose de un pueblo pequeño, no lo es si tenemos en cuenta que las
muertes siempre se debían a causas accidentales: una electrocución, dos
atropellos, un resbalón en la ducha, el desmoronamiento de un techo, una
asfixia por la estufa a gas y tres por comida (una aceituna, un trozo grande de
carne y un pedazo de pan con dulce de leche), e incluso un ataque repentino de
una mascota se contaban entre los “logros” adjudicados a Juan.
De modo que sus
amigos reaccionaron: si queremos que Argentina vuelva a ser un país próspero y
sano, dijeron, un lugar digno para vivir y crecer y criar hijos, hay que mandar
a Juan lo más lejos posible. De paso, añadieron, podemos intentar enviarlo a
algún sitio que nos provoque particular rechazo, como el Reino Unido, Brasil o
Timor Oriental.
Si bien no
lograron esto último, al menos pudieron alejar a su amigo. Movieron todos los
hilos a los que tuvieron acceso y, a través de una oscura empresa de
compra-venta de armamento, consiguieron despachar a Juan hacia un itinerante e
incierto destino, asegurándose de que su amigo iba a estar moviéndose todo el
tiempo en un triángulo entre Vorkuta (Rusia), Helsinki (Finlandia) y Bakú
(Azerbaiján).
Así vivieron bien
por un tiempo. Sin embargo, las alarmantes noticias sobre el cambio climático,
el crack de las finanzas mundiales y el inminente lanzamiento del iPhone 5 les hicieron
pensar que Juan era un peligro a escala planetaria, por lo que no bastaba con
mantenerlo lejos del país: había que mandarlo fuera de la Tierra.
Enterados de la
nueva oferta de viajes espaciales privados para turistas, invirtieron todo lo
que tenían (e incluso más) y compraron un pasaje para ofrecérselo a Juan como
regalo. Luego hicieron tratos oscuros con mafiosos, o hackers (o hackers
mafiosos), y sabotearon el vuelo para que jamás retornara.
Cuando los
astrónomos advirtieron que la explosión de un planeta remoto había generado un
gigantesco meteorito que se dirigía hacia nuestro sistema solar, los amigos
descubrieron que habían cometido un grave error. Un gravísimo error…
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