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29 de enero de 2012

Odiosos e Inevitables


Impulsos, originalmente cargada por Julikeishon -dibujos-.

A partir de hoy, y por siete días, voy a publicar una serie de escritos (torpes y ridículos) unidos temáticamente.
Dice mi amigo, el músico y compositor Emilio Nicoli, que el arte no se explica: que cada uno escuche, lea, mire y saque sus propias conclusiones. Y me parece bien.
Pero esta serie, quizás porque no es del todo obvia, o porque quizás es demasiado personal, necesita una pequeña introducción.
Hay, al menos, siete sentimientos que (para mí) son tan odiosos como inevitables, y que intento suprimir en cuanto afloran porque me avergüenzan, me incomodan, me hacen ver como un idiota. Estos son: la superstición (la sensación de que hay algo ajeno a nuestra comprensión que interviene en nuestras vidas); el rencor (ese odio malsano que se enquista y deriva en sed de venganza); la envidia (hija de la incapacidad para reconocer nuestras propias limitaciones); los celos (el reflejo posesivo de las personas inseguras); la timidez (esa manía de tragar vidrio con al boca cerrada); la indignación (producto de la ignorancia sobre cómo es el mundo real); y, por supuesto, el amor (o el enamoramiento, esa enfermedad mental que te sume en un estado de febril pelotudez).
Esta serie quizás sea un intento por exorcizar aquellos demonios. Va dedicada a todos los que no me creyeron capaz de superar mis males: ojalá que se atraganten con estas palabras.
Puede que alguno descubra que alguien ya hizo algo parecido: pero ¿a que no lo hicieron tan bien como yo? También es probable que alguien me quiera copiar: el mundo esté lleno de hijos de puta sin talento que se roban las ideas ajenas; alguien debería hacer algo.
(Y también hubiera querido dedicársela a ella, pero no me animo…)

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